21 diciembre, 2007

El hombre sin miedo

Hoy me encontré de frente con un hombre al que nunca antes había visto. Pudo haber sido un viejo cualquiera que se cruza en el camino, pasa y se va, pero este tenía una característica la cual convocaba a socorrerlo o al menos eso pensaba yo.

Aquel hombre grueso, canoso y con lentes y un largo bastón en su mano era precisamente lo que parecía: un ciego.

A juzgar por la bolsa llena de regalos navideños que llevaba en la mano izquierda podría haber sido un caballero cualquiera pero, efectivamente, no veía absolutamente nada.

Mi posible (y lamentable) ceguera social no me permitió verlo de inmediato pero la angelito que es la Ceci me hizo voltear la mirada y averiguar si el hombre necesitaba ayuda. Ipso facto me paro y camino directo hacia él y con algo de temor (a que tuviera mejor vista que yo y el bastón solo fuese para apoyarse) me acerqué y le ofrecí mi apoyo para que tomara su micro.

Pleno paradero de Viña y el caballero lucía plácido y tranquilo esperando micro. Me contó que vivía en Peñablanca, que día a día paseaba, iba al supermercado, a comprar el pan y casi cualquier actividad que yo realizo diariamente pero que para mí no tiene mayor gracia que mover las piernas. Lo miraba sorpendido.

El hombre tenía cerca de 70 años de vida y uno podría pensar que alguien que no sabe de colores y formas a esa altura de la vida no lamenta nada y sólo es lo que le tocó, pero este abuelo quedó ciego solo hace 20 años. Un accidente (del cual no quize preguntar) le quitó por siempre la vista y por poco también la esperanza y ganas de vivir.

Yo un poco atónito y con la ignorancia propia de quién nunca podría ponerse en los zapatos de alguien con alguna "discapacidad" así, le pregunté lo único que se me venía a la mente como el vidente hombre cobarte que soy:

¿Y como anda paseando por la vida sin miedo de andar por ahí y sin ver? Y su repuesta no pudo ser más sincera:

"Me intenté matar, quize morir y no quería levantarme más, pero ahora siento, huelo, percibo y toco".

Aquel hombre amable reconocía a los autos por el sonido del motor, podía identificar a su esposa por aroma inconfundible para él y hasta me atrevería a decir que puede ir de frente por la vida porque sabe que, en sus manos y en la punta de su bastón, pueden haber más verdades que las que la vista nos puede dar.

Yo con cara de admiración y respeto miraba de reojo si venía su micro pero pasaban minutos y nada. Probablente la vida me seguía regalando minutos para darme cuenta como un hombre común puede ser su propio héroe, como alguien sin tener algo de lo que dependió 50 años ahora tenía la fuerza y valentía de pararse y enfrentar el mundo sin miedo... SIN MIEDO....

De pronto llegó su micro, me abrazó y de prisa subió. Lo quedé mirando y respetando. Pensé y pensé y solo espero en la vida llegar a ser tan fuerte y valiente como él: Ese hombre del cual nunca supe su nombre y que era incapaz de ver el color de los árboles, los tonos de su corbata o una hermosa puesta de sol, pero que sin duda pudo mirarme directamente al corazón, regalarme sinceramente su experiencia y darle una lección de valentía y coraje a mi corazón.

Gracias a usted....

.... y gracias Ceci por mantenerme siempre los ojos y el corazón abiertos para ser cada día mejor....